Amedeo

Search

Reseñas
  -  Reseñas

RESEÑAS

No hay pintura sin trabajo; o mejor dicho; la pintura más que un arte es un oficio, el cual requiere de una práctica diaria a ratos de aprendizajes lentos o de momentos pasajeros que bien prueban la resilencia del joven artista más que conducir su arte a logros o resultados esperados. 

De ello bien sabe Rodrigo Nevsky, quien a poco más de tres décadas de trabajo visual ha transitado por la pintura de caballete, el diseño gráfico, el emprendimiento empresarial y la gestión cultural; por enumerar algunas de las muchas actividades que ha desarrollado. Teniendo como hilo conductor el haberse formado como pintor en la escuela de Arte de la Universidad Católica en la medianía de los años noventa del siglo pasado. 

Por lo mismo, pintar para él no es simplemente encerrarse en su taller y dar rienda suelta a las fascinaciones del momento, sino más bien reflejar el instante en que su ser está, casi como un gesto referencial desde el arte para marcar posición frente a sus pares y ante sí mismo. Lo que a fin de cuentas ha terminado por construir un ciclo de trabajo desde la plástica, donde es posible advertir ciertos momentos o estados de su mundo creativo, el cual, -ajeno a modas o tendencias imperantes-; permite leer y presagiar su peregrinaje como artista y ciudadano.

Lo que a continuación se prologa es parte de ese devenir visual, a la manera de notas y referencias respecto a su trabajo plástico; construido como un relato breve sobre esas coyunturas pictóricas que reflejan en la variedad del lenguaje visual, las vivencias del artista.

 

RETRATOS – 1987

 

Si hubiere de hallar un primer momento en su pintura, este estaría dedicado al arte del retrato. Ya que en esa serie de pequeñas pinturas al óleo, el joven pintor demuestra su identidad al elaborar un cuidado elenco de personajes en donde es posible encontrar la efigie del “El Loco”, o la semblanza de la “Mujer Melancólica”, e incluso la silueta de “El Empresario”, entre varios otros seres que pasan por la mirada atenta de este pintor en sus primeros años de formación en la escuela de arte UC. 

Cito estos elementos a la manera de un marco de trabajo, para indicar que en cada una de estas obras el gesto pictórico está unido a un decidido empaste. Lo que va dotando a la serie de una contemporaneidad visual muy de la pintura emergente en el Chile de los noventa; la cual dice relación con la necesidad de rescatar ciertos valores humanos, arquitectónicos o culturales; los cuales ameritan ser reconocidos, luego de la violenta dictadura militar en la que el país estuvo sumido. No en vano, esta decena de obras pasan a ser una aproximación testimonial a esos días en donde la urbe empieza a dejar el letargo y aislamiento producto del orden social y el ciudadano se atreve a dar su punto de vista. En ese orden de cosas, esta galería de personajes están en la línea visual de artistas tales como; Carlos Araya, Hugo Cárdenas y Sebastián Garretón. Quienes imaginan la ciudad de Santiago como un espacio oscuro, extraño e incluso lleno de seres que apresuradamente la habitan en esa permanente melancolía de la que Roberto Merino prologa a comienzos del nuevo milenio.

Lo anterior cabe dentro de la idea local de una pintura expresionista con tintes sociales, más allá del placer gestual de los artistas locales de la generación anterior, quienes bajo el rótulo internacional de la “Pintura de los 80” (1), coparon la escena cultural tras la llegada de la democracia. De ahí entonces que en los retratos de R. Nevsky el humor se funde con la fisonomía del retratado. Los que a la manera de un panorama de rostros nacionales; estos intentan dar cuenta de cómo él mismo podría insertarse en alguna de las caras delineadas. Aludiendo de manera tangencial a su formación en la clase del pintor Gonzalo Cienfuegos respecto a como este último se insertó en el relato de la pintura chilena, gesto que para la investigadora Paula Honorato no es otra cosa que; “en el marco de la reposición pictórica de los Ochenta, la continuidad de la pintura de caballete, asumiendo el conflicto con la tradición del arte chileno y su inscripción en la gran historia.” (2)

En otras palabras, se podría decir que la necesidad de inserción del joven artista; esta lo lleva a buscar en la memoria urbana personal y colectiva algún elemento distintivo de su carácter como pintor, dando como resultado esta galería de rostros anónimos pero con oficio. Aunque se debe considerar que el proceso de estas pinturas de pequeño formato al no participar de la discusión cultural de ese momento y quedar en el panteón de los objetos atesorados en su taller, -en el Chile de hoy-; adquieren un interés particular como testimonio visual en el marco de la transición político social del país y de su periplo que como artista iniciaría en la medianía de los años noventa del siglo pasado.

Un dato no menor resulta ser el título de la serie, “1985”; data que sintomatiza el momento del Chile político y social; pero de manera particular con el terremoto de marzo de ese año, lo que entre muchas otras vicisitudes obligó cerrar el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo de Arte Contemporáneo por un largo periodo, dejando la escena cultural en una deriva expositiva, la que solo fue aplacada con la presencia del artista pop norteamericano Robert Rauschenberg (1925 – 2008); quien a través de su proyecto expositivo itinerante R.O.C.I.; expuso una gran cantidad de obras en donde mezclaba desde el objeto encontrado a la impresión industrial sobre soportes inauditos, asunto que no pasó desapercibido en la arena cultural respecto a como se entendía la noción de pintura en Chile y el país del norte.

 

PAISAJES LÍRICOS – 2002 / SISTEMA IMAGINADO – 2022

El nuevo milenio en el Chile de ese entonces se vio reflejado en una serie de instancias transformadoras a nivel de infraestructura pública y modernización que luego del 11 de septiembre de 2001, empezaron a ser olvidadas por el nuevo orden mundial que se estableció tras los ataques a las “Torres Gemelas” en Nueva York. 

“Paisajes”, es el título que introduce al espectador en las amplias dependencias del Instituto Cultural de Providencia, donde Rodrigo Nevsky expone una serie de pinturas de mediano formato, producto de más o menos tres años de trabajo en el taller y en paralelo a su labor como diseñador gráfico. Podría decirse que en noviembre de 2003, la presentación de esta serie de lienzos al acrílico, -cuya principal característica es la mancha y las insinuaciones al paisaje de la zona central de Chile por la vía del color -; el artista estaba dando un vuelco a su trabajo como pintor de caballete ya que abandonaba la figuración y se insertaba en el infinito territorio de la abstracción de corte expresionista. Por tanto, se debe notar que la serie de pinturas apelaban a un cierto deseo del artista de reflejar algo que estaba en el ambiente; retratar desde el gesto y la mancha el entorno natural que le rodeaba. No en vano había fijado su residencia en los faldeos precordilleranos de la comuna de Peñalolén, cuando apenas se presagiaba la explosión inmobiliaria de hoy.

Al observar esos trabajos y los actuales bajo el título de “Sistema Imaginado”, no deja de ser un interesante viaje por las atmósferas líricas en donde la mancha, el gesto y la aguada; van dando a cada cuadro un aire de evanescencia intuitiva producto de cómo estos recursos se depositan en la tela. Asociando según el grado de transparencia o el cromatismo elegido, a la diversidad de micro climas que pueden haber en un mismo paisaje o bien, tratar de asociar el título de la obra a la imagen pictórica siempre anclada en la poesía más que en el reduccionismo. Ello se entiende desde como el artista al utilizar la aguada y el chorreado, lo hace desde una búsqueda de otorgar al cuadro una armonía cromática, -pero al mismo tiempo-; referencial al panorama observado el cual ha sido condensado en estos recursos pictóricos.

“Bosque”, “Cordillera”, “Desierto” y “Tierra”; son algunos títulos que permiten entrever el curso que ha tomado su pintura y en paralelo, traman un cruce entre el paisaje observado y el imaginado. Lo que a fin de cuentas da como resultado un conjunto de obras atadas al gesto y la mancha, lo que en algunos casos limita la mirada del espectador y en otras, la orienta.

Mientras preparaba la nota para este acápite, el azar quiso que hallara un catálogo de la artista Madeleine Hurtado Berger, el cual resume su trabajo visual desde la medianía de los años ochenta hasta el 2000. En él es posible encontrar puntos de encuentro con la pintura de R. Nevsky, debido a que M. Hurtado a fines de los años noventa, trabaja en una pintura que mezcla la mancha y el gesto para capturar el paisaje de Chile. Centrando su afán en el norte grande y su místico pasado. El pintor Peter Kröeger al prologar a la artista es muy certero cuando señala; “en la obra de Madeleine Hurado Berger se reúnen elementos primordiales como el agua, aire, el fuego, la tierra + seres mitológicos + los animales + los residuos de productos Pop y la música. Trazos firmes y frescos colores.” (3) Idea que perfectamente puede explicar el momento que él desarrolla en torno al lirismo del paisaje. Pero también, refleja esa fascinación en torno a la pintura abstracta en esos años por otros nombres tales como; Felipe Carrión, Francisca Illanes y Carolina Sartori.

 

ABSTRACCIÓN – 2017

Durante 2017 el artista recibió la invitación a tomar parte en la Feria de Arte de Málaga, España; en donde se aventuró a exponer una serie de obras que podría decirse eran consecuencia de estas primeras pinturas abstractas expuestas a comienzos del milenio en Santiago de Chile.

De alguna manera esta serie de pinturas, marcan el regreso de Rodrigo Nevsky a la arena cultural, tras un periplo de casi una década como galerista y gestor cultural (4), lo que en cierto sentido dejó en un segundo plano su trabajo como pintor de caballete. Por tanto, este regreso al oficio de los pinceles tuvo la virtud de replantearse la idea de la vida al interior del taller por sobre el acto público de promover y vender el arte. Lo que para él se constituyó en un espacio para retomar ciertos cabos sueltos dejados en su cuerpo de obra.

Cuando el artista me invitó a prologar esa reciente obra para ser expuesta en Málaga, no pude dejar de pensar en la idea respecto a como esas pinturas estaban bajo la influencia del cosmos y las galaxias desde un punto de vista visual. De hecho, en esa primera nota sobre su obra escribí, “¿Puede pintarse una galaxia lejana, desde el modesto taller de Rodrigo Nevsky en Santiago de Chile?, esa es la pregunta que una y otra vez pareciera ofrecernos su elenco de pinturas recientes, en donde el color como signo de la energía y el gesto como reflejo de la fugacidad del tiempo, no hacen otra cosa que preguntarse una y otra vez por como representar los cuerpos celestes y por consiguiente, las galaxias y estrellas lejanas desde el taller del artista, enclavado en ese fin del mundo llamado Chile.” (5)

Lo que terminó por convertirse en un nada despreciable conjunto de lienzos, donde el color y las texturas en los empastes iban dando una cierta idea de espacio celestial a la atmósfera pictórica. Tal característica visual estaba dada por el carácter gestual y expresivo de los trazos curvados que poblaban los lienzos, -amén de los amplios formatos-; los que retrataban la vida de los planetas y galaxias lejanas que poblaban el universo.

Como en su momento prologué, el color está al servicio de una mancha acuosa, la que luego de un juego de capas transparentes, comparece ante la mirada del espectador, no precisamente por su acumulación; sino más bien, por un paciente proceso de capas sobre capas. Para que tras un tiempo prudente de reposo, el pintor borre mediante un proceso de lijado de esa superficie, intentando hallar las luces y formas del fenómeno planetario a retratar, o la galaxia a dibujar.

Por tal motivo, esa serie de obras estaba amarrada a la encrucijada de la pintura gestual europea de los años sesenta y los nuevos bríos del acometer francés de la década siguiente; cuando un grupo de artistas se preguntaron por las relaciones existentes entre el soporte y la superficie para construir la idea pictórica. Sin ser por lo tanto una cuestión mental, la mirada de Rodrigo Nevsky en torno a la faena del pintor se anclaba, en una constante necesidad por equilibrar el cromatismo en su pintura; -sobretodo en la intensidad de los azules-; y la libertad del gesto. Lo que bien encaminó su trabajo hacia una propuesta reflexiva del brochazo y la mancha, por la vía de la suma de capas y luego su desgaste.

Al contextualizar ese periodo de búsqueda, no se puede soslayar el cruce de estas obras con la pintura de Benito Rojo de los años setenta y ochenta en el siglo XX. Reparando que en la obra de B. Rojo la búsqueda abstracta está encaminada por el territorio de Chile, situando su obra en el contexto de la sequedad del norte, con todo lo que ella implica desde lo temático o cromático. 

Ahora bien, no deja de ser interesante que es en ese paisaje donde se puede apreciar de mejor manera el cosmos en el cual nuestro planeta está inmerso, lo que podría explicar la necesidad de R. Nevsky a través de su pintura, por levantar la mirada hacia los cielos mientras B. Rojo la baja hacia el territorio. Asunto ratificado por las palabras de Daniel Malpartida cuando prologa; “el entorno geográfico es uno de los ejes relacionales en la obra de este pintor. No puede ser de otra manera si uno escucha este recuerdo: Blanco, Rojo, ocre, Viento, Polvo, Silencio, Espejismo, Superficie. Se trata entonces de asociar el cuerpo con este paisaje primario.” (6)

Al hablar de paisaje primario necesariamente se puede indicar que en esta serie de pinturas Rodrigo Nevsky también busca los elementos esenciales que construyen el universo, para de esta manera buscar un mayor conocimiento del gesto y color; al tiempo de ir construyendo un lenguaje personal que oriente sus fascinaciones como artista del color. 

Otro aspecto a considerar es que gran parte de las pinturas dedicadas a este tema, fueron expuestas en diversas muestras colectivas e individuales tanto en España como Italia, lo que permitió al pintor junto con dar a conocer su arte, identificarse como un artista del fin del mundo. Asunto que no deja de ser interesante si pensamos que Chile en el ámbito de la astronomía es conocido por sus observatorios a nivel mundial, lo que otorga a la idea de “Finis Terrae”, algo más que lejanía y aislamiento.

 

POP – 2018

Durante los años 2018 a 2019 el pintor fijó su norte pictórico en una recuperación de ciertos elementos propios de la cultura de los años ochenta. Quizás como una manera de volver al territorio de lo figurativo o tal vez, como un deseo íntimo de reconocerse un protagonista de esos años. Lo cierto es que su arte se abocó a una acuciosa investigación en el lenguaje del Pop Art y la abstracción lírica; a fin de desarrollar una pintura, la cual se embebía de la infinita iconografía del paisaje cultural del Chile de esa época para seleccionar marcas, logotipos o siluetas de objetos propios de ese periodo.

Dando como resultado una pintura centrada en la idea del políptico más que del orden unitario. Ello en virtud de dar más dinamismo a la composición en sí, pero además, para buscar el poder asociativo del espectador respecto al reconocimiento de las imágenes que poblaban las telas en su conjunto. Tal proceder lo acercaba al periodo de la llamada geografía fantástica de Francisco Smythe (1952 – 1998), sobretodo a las obras de mediados de los años ochenta en donde la imagen pintada era reiterada una y otra vez, como si se tratase de una secuencia visual propia del cómic. Lo que llevado a la pintura de R. Nevsky esa correlación se daba por la alternancia del fondo o la imagen, a la manera de un puzzle.

A modo de ejemplo citemos unas obras mostradas en Londres durante febrero de 2019, ahí el pintor se concentró en realizar una serie de vibrantes obras constituidas por pequeñas piezas que vienen a configurar un gran lienzo. Uno de ellos se dedicó por entero a la imagen de la mariposa en alusión a la extensa serie realizada por el artista inglés Damien Hirst en los años noventa. A diferencia de este, el artista propuso una secuencia en donde era posible advertir el juego de la mancha abstracta versus el color plano en tono saturado; el cual delimitaba la ausencia del insecto proponiendo ante el espectador un interesante juego de planos en fondos gestuales. Superficies que a ratos hacían meditar en una recuperación iconográfica del Pop norteamericano de los años sesenta, o bien en las propuestas pictóricas del arte inglés en la última mitad del siglo pasado.

Esta serie de mariposas ha sido complementada con otro elenco de pinturas, las que rinden homenaje al pintor inglés Peter Blake, en el sentido de que el pintor replicaba algunos de los motivos de este artista pero trasladándolos a su personal modo de comprensión pictórica. Vale decir, mezclaba indistintamente motivos geométricos a patrones matemáticos con mucha libertad en el uso del color plano y el gesto dado por las superficies una y otra vez lijadas, las que desde esa textura, -rica en medios tonos-; permitía comprender la secuencia de imágenes. Varias de las cuales se iban mezclando con la nostalgia ochentera y la visualidad del nuevo milenio; en el sentido de alternar, rotar o simplemente torcer, la mirada del espectador desde el juego cromático en la secuencia compositiva.

Al revisar esta extensa serie de obras, se podría decir que ellas se agrupan en tres conjuntos de trabajos; los dedicados a las mariposas en homenaje a Damien Hirst. Space Invaders dedicada al juego de video Arcade y finalmente la de logotipos o marcas, donde comparecen la cultura de los súper héroes, las marcas de autos e incluso la manzana de los computadores Apple.

Lo anterior permite sostener que este conjunto de pinturas se diagraman como pequeñas estrofas o versos de un poema visual, lo que ciertamente lo acerca a la serie de corazones que Francisco Smythe produjo a partir de la medianía de los años ochenta y que como lúcidamente sostiene el crítico Jorge Glusberg; “Smythe no relata episodios: canta estados de ánimo. Es un lírico inveterado, y compone equivalentes pictóricos de la copla, esa antiquísima forma de la poesía española vivificada en América.” (7). Sentencia que bien puede aplicarse a esta serie de obras, cuyos puntos de exhibición abarcaron ciudades tan distantes como: Iquique, Londres, Miami, Talca y Viña del Mar, por nombrar algunas que aún logro retener en mi mente.

 

ANGELORUM – 1995-2019

“Angelorum” es sin lugar a dudas el proyecto de más largo aliento que el pintor haya emprendido; ello porque fue el punto final para obtener su Licenciatura en Arte, mención pintura en la escuela de Arte UC. Pero al mismo tiempo, porque tras unos años, -atesorada como una obra de la primera juventud-; decidió retomarla en tres frentes creativos: pintura, muralismo de luz y escultura.

Aún cuando esta serie de trabajos no está concluida; se puede sostener que tanto la temática, -como las distintas etapas expositivas de la serie-; la referencia primordial está dada por esa fascinación originaria a la poesía y antipoesía de Nicanor Parra (1914-2018); donde el artista encontró versos y poemas en torno a los ángeles. En particular la lectura y estudio del antipoema “Canción de Cuna”, cuya prosa fue la materia prima con que el pintor se fue adentrando en el estudio de las jerarquías celestiales. Por lo mismo, “Angelorum” como serie de pinturas para su examen de grado y luego como tema de investigación, hizo que R. Nevsky distanciase su proceder creativo respecto a sus pares y de modo especial, ante sus profesores en la escuela de arte, quienes no vieron con buenos ojos esta serie de lienzos centrados en una crítica social de orden religioso en el Chile de los años noventa. Pero aún hoy, en medio de un país que se debate entre una interminable pandemia y un nuevo orden social, -producto de la redacción de una nueva carta fundamental para el estado-; el tema abordado por él causa temor y resistencia.

Sin embargo, se puede reparar que en cada una de las pinturas de esta serie, dedicada mayoritariamente a los “Ángeles Caídos”, tiene la elegancia de quien maneja el oficio de la pintura de caballete, desde las atmosféricas aguadas en fondos que pasan a ser un cielo infinito a la sutileza de los empastes para remarcar una figura, o simplemente una columna de orden clásico para establecer la posición de una narrativa no exenta de humor e ironía. Porque a fin de cuentas, los ángeles que pueblan las telas del pintor, no son otra cosa que una metáfora de sus vivencias cotidianas, en donde se entrelazan los relatos de cercanos que sufrieron los abusos de la iglesia, pero también de quienes lograron escapar de esa realidad para denunciarla.

No en vano, el humor y a ratos las tormentosas atmósferas que habitan en estas obras, hablan de una pintura que recaba estos relatos pero siempre otorgando la última palabra al observador. Quien puede advertir denuncia y también una poética surrealista respecto al juego de luces y sombras. Aspecto certeramente analizado por la estudiosa Claudia Campaña al prologar; “los ángeles son símbolos de lo invisible; seres de luz respecto a cuáles los artistas vieron una oportunidad para investigar problemas relativos al claroscuro.” (8).

Un cuarto elemento que el artista ha comenzado a desarrollar es la animación de corte monumental, mediante los murales de luz; el cual mantiene esa irónica mirada a la casta celestial; donde el pintor se pregunta una y otra vez por el lugar que le compete al alma humana en el reino celestial dominado por ángeles, arcángeles, serafines y de manera particular la curia vaticana. Investigando en las posibilidades de la vida celestial desde una perspectiva en donde la música sacra y la animación de los seres que pueblan sus lienzos, adquieren un desarrollo insospechado, ya que aparentemente se produce un encuentro, -con rasgos de desencuentro-; entre los ángeles y el orden sacerdotal. Lo que unido a una pausada animación de los ángeles y algunos elementos arquitectónicos de las escenas en cuestión, dota a cada una de los momentos expuestos de un dramatismo inquietante para el espectador.

Tal vez, para el artista retomar esta temática luego de su exhibición en la medianía de los años noventa, tenga la oportunidad de replantearse su quehacer en la arena local. No solo como un pintor de caballete, sino que también como un artista ciudadano que desarrolla un punto de vista en completa independencia a las narrativas imperantes. Sabiendo que tras sí hay una nada despreciable experiencia en temas y problemas pictóricos, algunos de los cuales recién hoy en día están viendo la luz, lo que sin otorgar a su periplo creativo el carácter de premonitorio o pionero, lo sitúa como un referente que bien puede agrupar a otros creadores en una narrativa pictórica genuina y empírica.

 

Carlos Navarrete

Santiago de Chile, enero 2023

Derivadas. Rodrigo Nevsky

Exposición del 5 al 28 de julio de 2023.

Inauguración el miércoles 5 de julio de 2023

 

 

El arte, es un instrumento que se muestra útil para interpelar a la realidad. Una alternativa matérica, o no, para plantear preguntas esenciales y crear mecanismos que permitan aventurar una respuesta. Esta circunstancia no se le escapa a Rodrigo Nevsky (Santiago de Chile, 1964), su proceso creativo se asemeja a un juego dialéctico en el que salta de una serie a otra, hacia delante o hacia atrás, abriendo nuevas posibilidades y retomando antiguas ideas a la espera de que todo cobre sentido. Un work in process que se rige, como no podía ser de otra manera, por los intereses y las experiencias que han marcado la vida de este artista chileno-español en las últimas décadas.

 

En esta muestra nos presenta dos de sus series más complejas, Angelorum (1995-2022) y Sistemas imaginados (2002/2022) que, al compartir espacio en la misma sala, funciona como un encuentro con el quehacer del artista, intuyendo, a través de cada una de sus piezas y la interrelación entre las mismas, los mecanismos creativos que las rigen.

 

En primer lugar, nos encontramos con sus últimas piezas firmadas en 2022 pertenecientes a su serie titulada Sistemas Imaginados, la cual retoma veinte años después de su anterior acercamiento al mismo concepto con Paisajes líricos en 2002. En ambas, una imagen fluida y vaporosa cubre todo el lienzo, atmósferas cargadas en las que los contrastes y los juegos de tonos nos generan una atracción casi magnética.

 

Rápidamente nuestra mente busca refugio en lo conocido, un concepto real que le dé sentido. De pronto, elementos orgánicos aparecen entre las ligeras pinceladas y los delicados chorretones, y los azules, morados, verdes, amarillos y ocres, todos tan cercanos y naturales, nos conducen a paisajes imaginados, sacados de otro lugar, de la distancia en la que habitan el recuerdo y lo exótico. Todos juegos de equilibrio y movimiento, de luces y sombras, comprensiblemente vinculados con nuestra esencia, logrando aportar una fuerte carga lírica a un lenguaje completamente abstracto. Por último, al reparar en los títulos de las piezas se evidencia una vuelta de tuerca más al concepto que impregna esta serie, ya que nos trasladan a lo concreto, a los conceptos geográficos vinculados a nuestra realidad –Borrasca, Pradera o Ensenada, entre otros, dejando claro que estos también son construcciones simbólicas del territorio.

 

Por otro lado, nuestra mirada se cruza con Angelorum, uno de sus trabajos más complejos, por su aproximación multidisciplinar y técnica, a la vez de ser de los más polémicos, por su fuerte carga crítica y la censura a la que se ha visto expuesto. Rodrigo Nevsky presenta Angelorum en 1995 como trabajo de fin de carrera en la escuela de Arte de la Universidad Católica de Chile, siendo censurado por la institución. El concepto nace tras llegar a sus oídos los relatos de las jóvenes víctimas de abusos llevados a cabo por sacerdotes, o como el propio artista explica “esta serie es la permanente crítica al poder supremo y los abusos de la Curia que, desde la pintura, emprendí al comienzo de mi trabajo como artista visual”.

 

Inspirado por la Sinfonía de Cuna del antipoeta chileno Nicanor Parra, el artista plantea composiciones etéreas en las que obispos, ángeles y almas humanas interactúan en una especie de irónica y extravagante comparecencia celestial, adornada con diferentes elementos icónicos entre los que se reiteran las nubes, como símbolo de lo irreal, misterioso y delicado, y las columnas, como la representación del poder, la trascendencia y lo fálico, creando piezas que se debaten entre lo onírico y el lenguaje expresionista. Espacios armoniosos construidos a través de una ejecución sumamente experimental y sugerente, con los que el artista pretende abrir los ojos del espectador y mostrar un reflejo de la sociedad chilena de finales del siglo XX.

 

Aquí expuesta, se encuentra una selección de las primeras pinturas de 1992: Trilogía celestial, Ángel Absurdo, Con mitra y columna y Ángel Fatuo; acompañadas a su vez de una pieza más grande que continúan la serie, pero firmada en 2021: La Búsqueda.

Como buenos observadores, notaréis al momento que algo se repite, al observar la serie anteriormente citada de paisajes imaginados, y así es. Tras abordar la primera etapa de Angelorum en 1992, la siguiente serie completa que presenta Rodrigo Nevsky es Paisajes Líricos de 2002. Esa sensación de reconocimiento se debe a que los fondos elaborados en una, terminan derivando en un complejo sistema abstracto independiente y, a la vez, cargado de una profunda reflexión o como el propio artista indica “esta serie de paisajes abstractos son fruto de la experimentación en torno al color como gesto en la pintura. Son paisajes que nacen desde el interior del alma”.

 

Por último, Rodrigo Nevsky nos invita a participar de su pieza relacional Elecsiástico de 2023. De lo eclesiástico a lo ecléctico, es el concepto que sirve de punto de partida para esta instalación en la que la relación obra/espectador se convierte en el epicentro activo. Una obra que critica la burocratización de la religión, su alejamiento de los conceptos metafísicos en pos del lucro y el poder, y su no sincronía con la sociedad actual, frente a un posible retorno a la inocencia, el intercambio de ofrendas y la construcción de un relato espiritual, todo con un tono irónico palpable.

 

Con unas simples instrucciones, el artista invita a los espectadores a participar en el intercambio de un objeto ecléctico -de su pertenencia y que lleve consigo en ese momento- por un dibujo original de temática eclesiástica. El momento del intercambio se convierte en un instante de reflexión siguiendo la demanda del artista “piense en un pecadillo, nada relevante”, en el que el espectador establece el rango de valor sentimental, monetario o espiritual de la obra adquirida.

 

Una obra expansiva que aspira a presentarse en diferentes ciudades del mundo para concluir en una muestra en la que se expondrán todos los objetos recopilados y el material documental, con un carácter archivístico de tintes antropológicos.

 

Izaskun Monfort

Comisaria y crítica de arte

 2023

Diálogos para una absurda pantomima 

Una vez andando
Por un parque inglés
Con un angelorum
Sin querer me hallé.

Buenos días, dijo,
Yo le contesté,
Él en castellano,
Pero yo en francés.

Dites moi, don angel.
Comment va monsieur.

Él me dio la mano,
Yo le tomé el pie
¡Hay que ver, señores,
Cómo un ángel es!

Fatuo como el cisne,
Frío como un riel,
Gordo como un pavo,
Feo como usted.

Nicanor Parra, Sinfonía de Cuna (fragmento) 

“Las verdades que contienen las doctrinas religiosas aparecen tan deformadas y sistemáticamente disfrazadas que la inmensa mayoría de los hombres no pueden reconocerlas como tales”. Sigmund Freud, El Porvenir de una Ilusión.

 

El tránsito de creación artística de Rodrigo Nevsky se nos presenta en la serie “Angelorum”, una muestra que sincretiza parte de su obra más reciente con el que sería el proyecto final con el que culminó sus estudios universitarios. Sin perjuicio de la brecha de más de 25 años que separan a las obras, estas se nos presentan haciendo uso de un mismo lenguaje estético, gracias al cual se despliegan como un elenco en perfecta sincronía dialogante, en donde la apelación al espectador y la crítica sutilmente expresada tienen un lugar preponderante. Posiblemente por lo mismo es difícil quedar impávido.

 

Así, en esta muestra se nos aparecen composiciones de una armónica disonancia, en parte oníricas tal vez, en donde ángeles, obispos y columnas configuran escenas mudas sobre paisajes etéreos. En ellas, lo abstracto y lo figurativo se encuentra en una tensión hasta cierto punto incomoda. Lo infinito de lo etéreo contrasta con la total (e intencional) prescindencia de la ilusión de profundidad que presentan las figuras del primer plano. 

 

Esta radical bi-dimensionalidad pareciera no ser baladí, en cuanto por medio de ella Nevsky revela la completa falta de interés en retratar la realidad en cuanto tal. Más bien expone la intención (y hasta cierto punto la necesidad) de comunicar mediante ellas, así como las letras comunican el poema que en ellas esta alojado. 

 

A su vez, la forma caricaturesca en la cual están plasmados no puede dejar de evocar la inspiración que significó para el artista el antipoema “Sinfonía de Cuna” de Nicanor Parra, en donde, con un exquisito uso de la ironía, se nos presenta un ser angelical que de celestial poco y nada tiene. En este mismo sentido, la caricaturización de las figuras en la muestra, pareciera evocar de una manera irónica la deformación de verdades que (de buena o no tan buena fe) las doctrinas religiosas sistemáticamente han practicado, hasta llegar a tal punto que generan imágenes en las que no es posible reconocer su esencia.  

 

Pero la intensión de comunicar se contrapone a su vez con la suspensión muda de las figuras. De hecho, las escenas se presentan como una absurda pantomima. Contemplamos como el completo mutismo en que se encuentran los personajes los obliga a, en el mejor de los casos, contemplarse a la distancia por medio de miradas que no expresan más intención que la de guardar silencio. Se presenta así una escena en donde la incomunicación entre el orden eclesiástico y el angelical es manifiesta, retratando la figura del pontífice (el constructor de puentes con el mundo sobrenatural) como una mera farsa, una comedia de mal gusto.

 

Matías Fernández

 

Rodrigo Nevsky Fernández

 

El trabajo de Rodrigo Nevsky Fernández hunde sus raíces en un sólido sustrato conceptual. Ante un aparente estilo pop, atractivo y trivial, se camufla una intención autoral provocativa, que cuestiona las capacidades del género paisajístico.

 

El artista nos presenta paisajes cósmicos resueltos mediante técnicas como el pouring o el raspado en seco, que le permiten crear una atmósfera armónica llena de colores brillantes y contrastados. Paisajes lejanos que se inspiran en las imágenes obtenidas a través de la espectroscopia. Esta técnica de observación astronómica es relativamente reciente y consiste en el estudio de la luz que radia desde estrellas y otros objetos celestes, previamente descompuesta en radiaciones monocromáticas.

 

No es extraño este interés por el estudio de la luz y el color, teniendo en cuenta que ha sido una de las cuestiones elementales en el desarrollo del arte a lo largo de la historia. Sin embargo, en este caso, el artista va un paso más allá de un simple resultado estético. Al igual que el arte nos invita a descifrar un enigma oculto en su esencia, la luz oculta una valiosa cantidad de información. Los científicos al descomponer la luz mediante un prisma, no sólo observan un arco iris de color, sino también líneas de absorción oscuras, pequeñas franjas en cada uno de los colores, que visual y conceptualmente, podríamos asociar a un código de barras. Este código permite averiguar, por ejemplo, la composición química de las estrellas y galaxias distantes, es decir, su esencia.

 

Asimismo, Rodrigo, imprime sobre este paisaje cósmico la silueta de conocidos iconos comerciales. Imágenes que se nos presentan en negativo, relacionándolas con esas franjas oscuras que nos descubre la luz, ya que al igual que éstas ocultan información. De esta manera, busca llamar nuestra atención dejando en evidencia la importancia que tienen las imágenes en el mundo actual y la impronta subliminal que dejan en nosotros. Entendiendo la cultura visual como un cosmos de imágenes cargadas de significados que evidencian determinados valores políticos, sociales y económicos.

 

Por lo tanto, el paisaje cobra otra dimensión y deja de ser un mero un reflejo de la realidad o una excusa para indagar en el conocimiento del color u otros valores estéticos, para convertirse en un medio efectivo que desafía nuestra forma de ver las imágenes.

 

Izaskun Monfort

Comisaria y Crítica independiente

2019

 

Esta muestra es un fiel reflejo del imaginario de la época, de paisajes interiores casi lunares y esculturas que traspasan el lienzo, donde el color y la luz del Cosmos iluminan el viaje de vida de este artista chileno no exento de polémica. Hasta el 30 de junio en Galería Montsequi

Relativo al tiempo pasado o que lo evoca. Así se define esta abundante y variopinta muestra que no es otra cosa que un artístico viaje por el universo particular de este multidisciplinar creador, Rodrigo Nevsky (Santiago de Chile, 1964), censurado, en ocasiones, por su arte social.

Un trayecto de ida y vuelta, en el tiempo creativo (1985-2022) y de vivencia, con varias estaciones a modo de series, que se manifiestan ahora, de vuelta, en el amplio escenario de la galería Montsequi, como una pausa en el devenir de la búsqueda de un nuevo trampolín inspiratorio , porque el germen del artista nunca desaparece.

“Muchos últimos serán los primeros”, dice el texto sagrado, así arranca este reto que el polifacético artista, escultor, nos plantea. La última pieza visible “Eclesiastico” es ahora la primera en la casilla de salida. Y va dando paso y forma este rompecabezas transgresor que se da la mano y encaja para contemplar la gran capacidad y el minucioso trabajo de técnicas y estilos diferentes desarrollados.

Un encuentro, sello de Izaskun Monfort, comisaria, en primera persona que se deja vislumbrar en cada una de las piezas expuestas, tanto pintura como en escultura reinante de los salientes protagonistas de sus, a veces, irreales cuadros, pura contradicción, pues albergan grandes dosis de realidad como base del lienzo.

Sistemas Imaginados”, con cinco de sus últimas creaciones de la serie, que retoma ahora, después de 20 años. Y se integran junto al concepto de atmosferas livianas, de magnéticas tonalidades y contrastes que nominan a la serie, “Paisajes líricos” (2002), con títulos evocadores a conceptos como Borrasca, Marisma o Ensenada. “Son fruto de la experimentación en torno al color como gesto. Nacen desde el interior del alma”, reconoce el artista.

Obras de la serie Paisajes líricos de Rodrigo Nevsky.

El imposible olvido” que decía Gala. “No existe futuro, solo hay presente”. Pero este se sustenta y camina gracias al recuerdo. Refugio de lo conocido, Nace así una nueva serie, colofón de sus estudios de Arte en la Universidad católica de Chile, “Angelorum” (1992-1995). Quizá uno sus trabajos más representativos, fuera de la norma, con tintes  bien de censura, debido a su gran carga crítica impregnada. Relatos de los jóvenes “víctimas de abusos llevados a cabo dentro del sacerdocio”, y de compleja técnica empleada. Una cruzada, espada en alto, contra el poder supremo y la Curia que marca el inicio de su etapa como artista de lo visual.

Obispos, ángeles, almas errantes, que pululan por el etéreo mundo celestial, de Rodrigo Nevsky, lleno de símbolos, inspirado en la nana de un antipoeta, compatriota, Nicanor Parra. Una copiosa trayectoria, inacabada, que también alberga pinturas de su etapa inicial allá por 1992El Portal, Ángel absurdo, Con mitra y columna o Ángel Fatuo junto a La búsqueda y Gallinitas ciegas, de mayor formato y pertenecientes a la serie firmada en 2021.

Escenas que representan lo celestial o lo infernal según se mire, debido a la cesión de libertad que concede el creador para con quien las contempla. Dato a tener en cuenta.

Cuatro series de esculturas en bronce y resina extraídas de sus coloristas cuadros, rompen como un oasis de descanso el feedback forward en sala. Angelus Voyeur, Acolythus, Invocatio Ab Absurdum.

Algunas de las piezas de Rodrigo Nevsky que expone este mes de junio la galería Montsequi (Madrid).

De vuelta, sorprende también el coqueteo con otras artes más recientes como el muralismo empleado.  Lleno de luz y color, una constante en su obra. La que procede del cosmos, un mantra que plasma en “Abstraccción”, serie de 2017, con paisajes lunares que consigue a través de las imágenes en espectrospectiva (el estudio de la luz que irradian las estrellas y otros objetos en el firmamento, descompuesta, previamente en radiaciones monocromáticas), y otras técnicas como el pouring o el decapado. El Universo, imaginado del artista, “construido de igual manera, pero a la inversa”.

Un retorno a la figuración que mantiene vivo el equilibro artístico que presenta también en “Pop”, serie de 2018. “Me fascina la estética de los 80, con sus contradicciones y adicciones”, reconoce. Atractivos y singulares formatos, modulares, de corte minimalista basados en míticos personajes comerciales de factoría animada, soporte en negativo. Donde destaca el poder subliminal de la imagen.

No olvida esta abultada revisión, de ida y vuelta, los pinitos en 1987 bajo el titulo “1985” y la frescura creativa de retratos, instalación interactiva que plantea un poderoso reto jerárquico, en madera y óleo (13), de una sociedad grotesca, casposa,  de oscuras criaturas. “Un reflejo del imaginario cotidiano, mezcla de realidad y dictadura”.

Los retratos creativos bajo el título 1985 de Rodrigo Nevsky también pueden verse en la muestra.

Todo ello paras volver al punto de partida. Al origen, a la ecléctica pieza que revela la esencia del autor verdadero que supone un punto y seguido en esta sensacional trayectoria hasta la fecha y donde la relación obra espectador es lo que prima.

César Serna,

Junio 2023